07/09 – 08/10-2018

Cicatrices de lo invisible


Patu Inclán

Tras consolidar sus aptitudes artísticas, en la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Oviedo, Patu Inclán (Avilés, 1978) se licenció en Bellas Artes en la Universidad de Salamanca. Una vez finalizados sus estudios, donde su principal destreza se centró en la pintura, se especializó en Teoría y Práctica del Arte Contemporáneo, un apéndice con el que pudo incrementar un campo de conocimiento teórico, que le dió una visión más compleja y global de la historia del arte. Autoconsciente de sus carencias plásticas, en el terreno de la volumetría, Patu decidió rematar sus habilidades en escultura que, a día de hoy, continúa desarrollando. Desde el año 2000, esta artista ha atesorado numerosos premios y menciones de pintura y ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas dentro del ámbito regional y nacional.


En sus primeras obras, Patu dió rienda suelta a un expresionismo, que recuerda a Bacon, donde la técnica estaba marcada por la perfección del dibujo. Figuras distorsionadas humanas, animales místicos, espacios indeterminados e inquietantes percepciones copaban unas composiciones que iban más allá de los límites del lienzo. Colores blancos, negros y rojos, predominaban en unas paletas cuyo aire nostálgico formaba atmósferas ruidosas. Sus personajes evolucionaron hacia seres reales contenidos en narrativas intrigantes tensionadas en escenarios limitados por el propio formato. Un formato que intenta proteger la fragilidad de animales vulnerables despreciados por la mayor parte de la gente. Su mente y su obra, poco a poco, se equilibran en una retención constante a través de escenografías engañosamente dulcificadas. Calidades pictóricas plásticas, y capas sobre capas, se acumulan formando sedimentos y craquelados que concluyen en una base técnica donde el gusto por los detalles y el preciosismo técnico quedan patentes.


“Cicatrices de lo invisible” condensa la evolución de lo anterior y profundiza en realidades teóricas que van más allá del propio lenguaje estético. Desencuentros, aislamientos, vulnerabilidad… todo ello lucha con lo nuevo y con lo viejo en un empeño para que lo extraño y ya lejano, aún permanezca. Esta artista utiliza su arte para enfrentarse a sus miedos y a sus sombras, con la única intención de cuestionarse a ella misma y al que lo mira. En ese tanteo sus animales nos hablan con impotencia desde el silencio. La crítica se torna evidente a través de la visión de un mundo donde la vida se cosifica y los bienes materiales adquieren más importancia que la propia naturaleza.

Las piezas protagonistas de esta serie muestran las cicatrices de un sufrimiento por el que aún entra luz.  A través de esas grietas se respira un atisbo de vida que, lejos de la fragilidad, se tornan fuertes. Estas obras muestran la resiliencia de unos animales, que aprehenden de la experiencia y continúan sin planteamientos previos, con el único propósito de sobrevivir. El blanco y el negro predominan como los colores de la memoria y del paso de un tiempo ya fotografiado, que se iluminan con sutiles puntos de color. Los lienzos y las lozas actúan de soporte de acrílicos, grafitos y tintas que resultan en acabados trágicos donde los daños ya están superados.

María Martínez Vallina