DE AGUA Y CENIZAS
“De agua y cenizas” habla sobre un retorno a la inocencia, a lo vulnerable, a lo femenino, memo- ria de un mundo interior de luces y sombras donde habitamos como refugio de lo real.
Tras las cenizas, grietas y cicatrices, toca resurgir desde lo que una vez fuimos, conscientes de lo efímero y mutable que a nuestro paso, como el agua, se abre camino.
Patu Inclán
Las piezas, protagonistas de esta instalación en la Fábrica de Armas, aunque a primera vista se muestren desoladas y en cierta manera envueltas en una atmósfera inquietante y trágica, son piezas optimistas e ilusionantes que nos hablan del resurgimiento que se experimenta después de una vida pasada sumida en sombras. “De agua y cenizas” nos muestra en su conjunto, un nuevo y esperanzador camino por el que sin duda alguna, aún entra luz y en el cual, la fragilidad se convierte en nuestra principal fortaleza.
Tanto en sus pinturas como en la cerámica observamos la resiliencia de unos animales, que aprehenden de la experiencia y continúan sin planteamientos previos, con el único propósito de sobrevivir. Las niñas están envueltas en un colorido grisáceo, del color de las cenizas y en un azul pálido y blanquecino, del color del agua . El blanco y el negro predominan como los colores de
la memoria y del paso de un tiempo ya fotografiado, que se iluminan con sutiles puntos de color o con la aplicación de un color de fondo sólido y potente que ilumina los dibujos desde el fondo. Los lienzos y las lozas/cerámicas actúan de soporte de acrílicos, grafitos y tintas que resultan en acabados trágicos donde los daños ya están superados.
Arancha Osoro
Patu Inclán (Avilés, 1978)
Tras consolidar sus aptitudes artísticas, en la Escuela de Artes Plásticas y Diseño de Oviedo, Patu Inclán (Avilés, 1978) se licenció en Bellas Artes en la Universidad de Salamanca. Una vez finali- zados sus estudios, donde su principal destreza se centró en la pintura, se especializó en Teoría y Práctica del Arte Contemporáneo, un apéndice con el que pudo incrementar un campo de conoci- miento teórico, que le dió una visión más compleja y global de la historia del arte. Autoconsciente de sus carencias plásticas, en el terreno de la volumetría, Patu decidió rematar sus habilidades en escultura que, a día de hoy, continúa desarrollando. Desde el año 2000, esta artista ha atesorado numerosos premios y menciones de pintura y ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas dentro del ámbito regional y nacional.
En sus primeras obras, Patu dió rienda suelta a un expresionismo, que recuerda a Bacon, donde la técnica estaba marcada por la perfección del dibujo. Figuras distorsionadas humanas, animales místicos, espacios indeterminados e inquietantes percepciones copaban unas composiciones que iban más allá de los límites del lienzo. Colores blancos, negros y rojos, predominaban en unas paletas cuyo aire nostálgico formaba atmósferas ruidosas. Sus personajes evolucionaron hacia seres reales contenidos en narrativas intrigantes tensionadas en escenarios limitados por el propio formato. Un formato que intenta proteger la fragilidad de animales vulnerables despreciados por la mayor parte de la gente. Su mente y su obra, poco a poco, se equilibran en una retención cons- tante a través de escenografías engañosamente dulcificadas. Calidades pictóricas plásticas, y capas sobre capas, se acumulan formando sedimentos y craquelados que concluyen en una base técnica donde el gusto por los detalles y el preciosismo técnico quedan patentes.
En su exposición individual, “Cicatrices de lo invisible”, en la galería Arancha Osoro, condensó la evolución de lo anterior y profundizó en realidades teóricas que van más allá del propio lenguaje estético. Desencuentros, aislamientos, vulnerabilidad… todo ello lucha con lo nuevo y con lo viejo en un empeño para que lo extraño y ya lejano, aún permanezca. Patu utiliza su arte para enfrentarse a sus miedos y a sus sombras, con la única intención de cuestionarse a ella misma y al que lo mira. En ese tanteo sus animales nos hablan con impotencia desde el silencio. La crítica se torna evidente a través de la visión de un mundo donde la vida se cosifica y los bienes materiales adquieren más importancia que la propia naturaleza.
María Martínez Vallina




