06/06 – 07/07/2019

Estudio sobre colapso y calma


Elena Rato

Noreña, 1979

La danza, el grafito y el óleo formaron parte del crecimiento individual que ha marcado la vida y evolución de una persona, cuya vocación era incuestionable. Siempre intuitiva, sin miedos y sin errores, así fluyó la pintura de una joven Elena Rato (Noreña, 1979) que, con doce años, no necesitaba indicaciones para obtener los tonos deseados. Especializada en pintura, en la Universidad de Bellas Artes de Salamanca y en Escenografía en la Politécnica de Valencia, Elena completó su formación con estudios de diseño gráfico, técnicas lito y calcográficas y diseño 2D y 3D. Desde el año 2001 enfocó su desarrollo artístico hacia actividades performáticas, tanto a nivel individual como colectivo, reivindicando la identidad y el género a través de objetos del ajuar femenino. La importancia de lo textual y lo narrativo, la influencia del pop art, la imagen violenta y la expansión espacial, dieron paso a la necesidad de hacer algo propio desde la experimentación plástica. Surgió así “Orgullo Yankee”, una primera pieza que marcó una manera de trabajar cuyo principio y fin serán indisociables a lo largo de toda su evolución pictórica.


En los inicios de su pintura el blanco y negro predominaron sobre tablas con pequeños matices de color donde, poco a poco, fue asentando las bases de una línea creativa sustentada en el sustrato plástico. En ese origen, la artista empezó a depositar dos capas fundamentales que serán un recurrente determinante e inherente en todo su trabajo, lo conceptual y lo pictórico. Esas capas, cuyo origen parte del expresionismo abstracto y el informalismo, se irán transformando en una pintura depurada, contenida y revisada desde la ventana racional de las nuevas tecnologías. En la progresión de sus series éstas empiezan y acaban, se recuperan, varían, se yuxtaponen entre planos de color, de forma plana, iridiscente. Rompe con el gesto de lo anterior cambia a parámetros más racionales o más figurativos, distorsionados o desmembrados, sobre fondos ocres y negros, con manchas congeladas o expandidas y entonces, surgen las diferencias. Es esta su oportunidad de materializar el tiempo pictórico a través de obras que contienen documentación pintada de una acción, que plasma en imágenes consecutivas que componen una misma pieza. Todo ello cobra sentido en la dilatación de su paradigma iconográfico, las marañas. Estas manchas se desarrollan de una manera autónoma, orgánica, geométrica y sutil, que se apodera del lienzo y rebasa sus límites, dentro y fuera del cuadro, del interior al exterior, simulando ser pintura y expresión en el mismo espacio-tiempo.


Su Estudio sobre colapso y calma transgrede en las propias series y en la evolución de las mismas, más acabadas, más rizadas y tornadas, donde el espacio y el tiempo se desdoblan y donde lo infinitamente grande se une con lo infinitamente pequeño. Ahora, pasado, presente y futuro se vuelven comprensibles para todos aquellos que comparten un escenario de calma, donde la información viene dada en un mismo periodo de tiempo. Rosas, amarillos o negros predominan confrontando las miradas, la deformación y la réplica, lo original y lo formal, evidenciando así la profundidad que esconden las formas representadas. En esta muestra, anterior a las palabras, a las percepciones y a los gestos, los lienzos se revelan más sólidos, menos dudosos, definidos por sistemas separados de coherencias y compuestos de semejanzas, siempre más verdadero.

María Martínez Vallina