31/12/20 al 05/02/21

Bello Mundo


Alberto Ámez

Gijón, 1963

 

Licenciado en Bellas Artes en Madrid , pintor y profesor de dibujo en el Instituto Calderón de la Barca y  ganador del Certamen Nacional de Pintura de Luarca recientemente ( 2018), el artista nos  presenta una serie de paisajes con figuras, encuadrados en la definida como figuración visionaria, una corriente de pintura contemporánea activa en el panorama artístico europeo, que bebe de fuentes de la tradición pictórica.

LA VERDAD

La realidad no es verdad. Tal cual. Tampoco es realidad lo que se representa en la pintura que tienen ante sus ojos. Con lo que aquí nos estamos topando es con lo Real, o sea, con pura Verdad.

Alberto Ámez participa de la mágica animalidad simbólica que la materia necesita para dar cuenta de todo un mundo tan terruñero como espectral. Lo hace con brutal sapiencia y cabal ejecución técnica. El pintor nos habla desde un universo interior, sin tiempo ni prisa, ubicado en los arrabales más aperreados de las vanguardias, más próximo a los antiguos shan shui chinos que a los discursos mainstream de la contemporaneidad artística. Ámez es un artista en la retaguardia… pero con duende.


Duende es un detalle de nada, pero sumamente personal, que nos punza y nos transporta a un espacio de reflexión y/o éxtasis que se encuentra mucho más allá de la imagen. Duende podría ser Punctum para Barthes. Es poder misterioso que todos sienten y ningún filósofo explica para Lorca. Podría ser Dionysos para Nietzsche… En cualquier caso, el duende es flecha, espada, cuchillo que se clava y abre la herida. Es un gran trago de cazalla que entra como fuego y remueve las entrañas. Es maraña mental inefable, inasible, invisible… pero que, sin embargo, toca, envuelve y hechiza. Es lo no-ente que se hace fenómeno y aparece. El duende se hace mundo. Bello Mundo. La verdad sea dicha.

Juan Llano Borbolla Llanes, diciembre 2020


Extraño y raro mundo. Bello mundo de la rosa que fulge universal entre el topónimo, el folklore y el ritual atávico. Una atmosfera que se adentra, densa, en la Historia con mayúsculas a través de los callos y garbanzos, pues así se resta en lo pomposo y se suma en inteligencia haciendo del discurso una verdad.

Un aire singular en lo cercano, una voz atemporal que se concreta en la costumbre. Extraño y raro mundo. Bello mundo. Son los cielos que Turner soñó y estaban en Asturias. Sigue soñando Turner, con estos cielos de encanto y turbia maravilla. Son nubes naranjas, ocres, azules, verdes y magenta. Son los cielos de un ojo mágico en los paisajes del pueblo. Es la luz de un amor por el hallazgo en el color.

Mito y religión. Los chorizos con sidra y un perro blanco, pequeño, dando sentido al cuadrado que conforma una tabla, una obra, un paisaje, un mundo, la existencia. Aquí se pasean personajes sin rostro. Porque no hay ni tú, ni yo ni aquel. Porque somos todos. Una misma vida, la vida. La que no es tuya, ni mía ni de aquel. La simple vida. La que ya vibraba antes de nosotros y la que seguirá fulgiendo después. La que desde lo concreto se hace universal. La que acertó a descubrirnos el Quijote. La de la rosa que fulge. La del extraño y raro mundo. Oh, bello mundo.

Constantino Molina Madrid, diciembre 2020