Contemplar es observar limpiamente, en silencio, sin dejar que la mente se entrometa con sus juicios y etiquetas. Cuando contemplo a alguien, veo cómo todas esas imágenes van surgiendo ante mí calladamente y entonces emerge el entusiasmo, la pasión por lo que es. En mi caso, es en ese momento (no siempre, porque la vida es mucho más misteriosa que la pintura y no necesita de ésta) cuando se enciende la chispa que desencadena el proceso de pintar un cuadro. En ese alguien entreveo ya una pintura. Y voy dejando que la pintura vaya desarrollando su proceso de gestación. Según voy viviendo encuentros, voy acumulando embriones de pinturas. La mayor parte de esos “cuadros” no llega a ver la luz, pero ayuda a que unos pocos finalmente sean pintados. Nunca sé cómo voy a pintar un cuadro y nunca termina siendo como en un principio lo vislumbré.