Luis Repiso

Nacido en Valladolid en 1954 y con residencia en Oviedo desde 1958, este artista y profesor de pintura, ha realizado numerosas exposiciones individuales en diferentes lugares de España con varios premios en certámenes y concursos, entre otros, la medalla de honor en el BBV de pintura, Madrid 2010.

Su obra figura en diferentes pinacotecas y museos, publicaciones y en colecciones privadas de España y Portugal.

Son muchas las personas que, debido a los condicionantes familiares y sociales de la época, se han visto abocadas a realizar estudios con los que no se sentían especialmente vinculadas. Parece que el terreno artístico es uno de esos campos donde apreciamos con mayor frecuencia este fenómeno. Afortunadamente, la creación plástica real parte de una necesidad tan interna que, contra todo pronóstico, emerge fortalecida de cualquier contratiempo. Este es el caso de Luis Repiso (Valladolid, 1954), una persona muy observadora que, desde muy joven, sentía especial interés por la pintura y la historia pero, sus estudios siguieron los derroteros del cálculo mercantil y la contabilidad. Ante todo, Luis quería ser pintor… y así fue. Aunque su formación ha sido autodidacta la importancia que le concede al dibujo, le ha llevado a formarse en técnicas gráficas, pastel, y recibir clases de pintura de distintos artistas figurativos del momento. Con una gran influencia de la pintura realista asturiana y la pintura madrileña de posguerra, sus primeras exposiciones destacaban por la presencia de paisajes, marinas y escenas típicas de la región.

Del realismo más clásico a un hiperrealismo mágico trascendental, Luis Repiso fue haciéndose a sí mismo en una pintura de exquisito refinamiento técnico y de una intensa exigencia racional. Entre el 2012 y 2013, el artista evidenció una preocupación personal por el espacio. Poco a poco su mirada se fue tornando hacia una visión más geométrica, donde las escenografías poscubistas, de líneas gruesas, se imbricaban en campos de color rigurosamente mezclados. Trabajador incansable, la vida le llevó hacia un viaje interior que se reveló en un inevitable amor al arte, más puro, más automático, más emocional y más consciente que nunca, pero más intuitivo al mismo tiempo. A partir del 2017, Repiso se desliga de la pintura convencional y emerge una cosmovisión personal fruto de la forma en la que percibe la vida. No solo asistimos a un proceso pictórico, sino también a un proceso cerebral en el que su mente y su vida limpian todo aquello que ya no sirve. Supera lo aparente y trasciende el plano superficial para trasladarse a una forma de expresión sencilla, dinámica y variada, que define contornos, genera conexiones y establece distancias, rectas, curvas, mixtas y quebradas, transita hacia la línea.